Cándido o El
optimismo
François Marie Arouet (Voltaire)
Editorial Universidad Veracruzana
2010, Biblioteca del universitario
François Marie Arouet (Voltaire)
Editorial Universidad Veracruzana
2010, Biblioteca del universitario
François Marie Arouet es el nombre verdadero de uno de los personajes más representativos de la ilustración Francesa y uno de los intelectuales más provocadores de la historia. Durante casi toda su vida pública, fue conocido como Voltaire y es bajo ese seudónimo que firmaría la mayor parte de sus obras.
Desde el principio de su vida pública tuvo serios problemas
con la autoridad y la iglesia debido a su espíritu contestatario. Su fina pluma
se convirtió en una daga peligrosa que en forma de sátira blandía a diestra y
siniestra. Esto le valió varias visitas al famoso reclusorio de la Vastilla
luego de uno de las cuales, siendo aún muy joven, fue desterrado a Gran
Bretaña.
Es en la Gran Bretaña de los tiempos de la ilustración, una
ciudad y una época en la que la tolerancia religiosa y de pensamiento reinaban,
que se empezará a construir la intelectualidad, la personalidad y el genio del
gran filósofo y escritor.
Todo lo demás es ya parte de la leyenda: que es probablemente
la figura estelar de la ilustración, que es el autor más renombrado de la gran
enciclopedia, que es el padre del pensamiento moderno. Que fue excesivamente
hedonista, por su gusto por las mujeres y la buena mesa y que fue uno de los
hombres más acaudalados de la Europa de su tiempo.
Lo cierto es que Voltaire se constituyó en el primer ejemplo
del filósofo total y del intelectual comprometido con su época cuyas
principales banderas serían la lucha por los derechos individuales y la
pluralidad religiosa, el rechazo absoluto a la intolerancia y el derecho
inalienable a la libertad.
Cándido, publicado en 1759, es la obra de un hombre maduro
que expone en esta breve pero contundente sátira toda su experiencia vital. El
personaje central, un inocente y joven optimista, lucha por alcanzar la
felicidad y la plenitud aferrándose al precepto de que vivimos en el mejor de
los mundos posibles. La vida misma le demostrará que aquello no es más que una
falacia. Expulsado tempranamente del castillo de Thunder-ten-tronck
en el cual había sido criado y educado, empieza sus peripecias por un camino de
desdicha, injusticia y traición. Como a Adán y Eva, se le negó el paraíso para
darle por herencia el mundo de los hombres, un reino de injusticia, tozudez y vileza.
Cándido comienza entonces un camino lleno de infortunio en
busca de la felicidad y Voltaire inicia junto a él un camino paralelo para
demostrar que la especie humana es igual en cualquier época y lugar. Y como
buen representante de la ilustración, se vale de todos los medios posibles para
demostrar la validez de su hipótesis. Una de sus armas preferidas es la crítica
mordaz a las instituciones y pensamientos que considera caducas: la milicia, la
iglesia, el optimismo de Leibniz.
El sarcasmo que utiliza es despiadado el mensaje que lanza
contundente.
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-¡Ha muerto Cunegunda!
Ah, ¿dónde está el mejor de los mundos? ¿Pero de qué enfermedad ha muerto?
¿Acaso fue porque me echaron a patadas del bello castillo de su señor padre?
-De ninguna manera -dijo Pangloss-, los
soldados búlgaros la destriparon tras haberla violado repetidas veces; al señor
barón, que quería defenderla, le saltaron los sesos de un disparo; con la
señora baronesa hicieron varios trozos; a mi pobre pupilo le trataron igual que
a su hermana.
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Tras aquel terremoto que había destruido las tres cuartas
partes de Lisboa, los sabios del país no habían hallado mejor método para
prevenir el desastre total que ofrecerle al pueblo un hermoso auto de fe: la
universidad de Coimbra había decidido que el espectáculo de algunas personas
quemadas a fuego lento, con el gran ritual al uso, era el remedio infalible
para que la tierra no temblase.
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Pangloss contestó de
la siguiente manera:
-Querido Cándido, vos conocisteis a Paquita, aquella criada
tan guapa de nuestra augusta baronesa; gocé en sus brazos de los placeres del
paraíso, que me ocasionan ahora estos tormentos infernales; ella estaba
completamente infectada y quizá haya muerto ya a causa de ellos. A Paquita le
había hecho tal regalo un fraile franciscano muy sabio, que había investigado
su origen, pues a él se lo había contagiado una vieja condesa, que lo había
recibido a su vez de un capitán de caballería, que se lo debía a una marquesa,
que lo había cogido de un paje, el cual lo había recibido de un jesuita, quien,
cuando era novicio, lo había adquirido directamente de uno de los compañeros de
Cristóbal Colón. En cuanto a mí, yo no se lo pegaré a nadie, porque me estoy
muriendo.
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Luego de un camino lleno de desventuras, Cándido por fin
encuentra sosiego. La felicidad tantas veces añorada consiste en alcanzar la
paz interior. Es el hombre mismo quien se la puede otorgar a través de los simples actos de disfrutar la vida en su sencillez, aceptar y adaptarse a las
vicisitudes que nos ofrece viviendo entre la vileza pero apartándose de ella y
cultivar la mente y el alma para alcanzar la quietud.
Un mensaje categórico para coronar una obra soberbia de un autor cuya ironía, sarcasmo y falta de respeto a la autoridad no es otra cosa que una forma de libertad.
Analizar la obra de manera más detallada podría abarcar
libros enteros. La riqueza de los personajes, el análisis filosófico de la
propuesta, la exactitud histórica. Lo cierto es que se trata de un libro que
DEBE ser leído y gracias al cual queda claro que, como decía Fernando Savater
en su genial ensayo ‘Voltaire, el primer intelectual’:
Si,
ciertamente: más que nunca, seguimos necesitando a Voltaire.
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