martes, 14 de julio de 2015

Cándido (Voltaire)

Cándido o El optimismo
François Marie Arouet (Voltaire)
Editorial Universidad Veracruzana
2010, Biblioteca del universitario



François Marie Arouet es el nombre verdadero de uno de los personajes más representativos de la ilustración Francesa y uno de los intelectuales más provocadores de la historia. Durante casi toda su vida pública, fue conocido como Voltaire y es bajo ese seudónimo que firmaría la mayor parte de sus obras.

Desde el principio de su vida pública tuvo serios problemas con la autoridad y la iglesia debido a su espíritu contestatario. Su fina pluma se convirtió en una daga peligrosa que en forma de sátira blandía a diestra y siniestra. Esto le valió varias visitas al famoso reclusorio de la Vastilla luego de uno de las cuales, siendo aún muy joven, fue desterrado a Gran Bretaña.

Es en la Gran Bretaña de los tiempos de la ilustración, una ciudad y una época en la que la tolerancia religiosa y de pensamiento reinaban, que se empezará a construir la intelectualidad, la personalidad y el genio del gran filósofo y escritor.

Todo lo demás es ya parte de la leyenda: que es probablemente la figura estelar de la ilustración, que es el autor más renombrado de la gran enciclopedia, que es el padre del pensamiento moderno. Que fue excesivamente hedonista, por su gusto por las mujeres y la buena mesa y que fue uno de los hombres más acaudalados de la Europa de su tiempo.

Lo cierto es que Voltaire se constituyó en el primer ejemplo del filósofo total y del intelectual comprometido con su época cuyas principales banderas serían la lucha por los derechos individuales y la pluralidad religiosa, el rechazo absoluto a la intolerancia y el derecho inalienable a la libertad.

Cándido, publicado en 1759, es la obra de un hombre maduro que expone en esta breve pero contundente sátira toda su experiencia vital. El personaje central, un inocente y joven optimista, lucha por alcanzar la felicidad y la plenitud aferrándose al precepto de que vivimos en el mejor de los mundos posibles. La vida misma le demostrará que aquello no es más que una falacia. Expulsado tempranamente del castillo de  Thunder-ten-tronck en el cual había sido criado y educado, empieza sus peripecias por un camino de desdicha, injusticia y traición. Como a Adán y Eva, se le negó el paraíso para darle por herencia el mundo de los hombres, un reino de injusticia, tozudez y vileza.

Cándido comienza entonces un camino lleno de infortunio en busca de la felicidad y Voltaire inicia junto a él un camino paralelo para demostrar que la especie humana es igual en cualquier época y lugar. Y como buen representante de la ilustración, se vale de todos los medios posibles para demostrar la validez de su hipótesis. Una de sus armas preferidas es la crítica mordaz a las instituciones y pensamientos que considera caducas: la milicia, la iglesia, el optimismo de Leibniz.


El sarcasmo que utiliza es despiadado el mensaje que lanza contundente.

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-¡Ha muerto Cunegunda! Ah, ¿dónde está el mejor de los mundos? ¿Pero de qué enfermedad ha muerto? ¿Acaso fue porque me echaron a patadas del bello castillo de su señor padre?

-De ninguna manera -dijo Pangloss-, los soldados búlgaros la destriparon tras haberla violado repetidas veces; al señor barón, que quería defenderla, le saltaron los sesos de un disparo; con la señora baronesa hicieron varios trozos; a mi pobre pupilo le trataron igual que a su hermana.

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Tras aquel terremoto que había destruido las tres cuartas partes de Lisboa, los sabios del país no habían hallado mejor método para prevenir el desastre total que ofrecerle al pueblo un hermoso auto de fe: la universidad de Coimbra había decidido que el espectáculo de algunas personas quemadas a fuego lento, con el gran ritual al uso, era el remedio infalible para que la tierra no temblase.

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Pangloss contestó de la siguiente manera:

-Querido Cándido, vos conocisteis a Paquita, aquella criada tan guapa de nuestra augusta baronesa; gocé en sus brazos de los placeres del paraíso, que me ocasionan ahora estos tormentos infernales; ella estaba completamente infectada y quizá haya muerto ya a causa de ellos. A Paquita le había hecho tal regalo un fraile franciscano muy sabio, que había investigado su origen, pues a él se lo había contagiado una vieja condesa, que lo había recibido a su vez de un capitán de caballería, que se lo debía a una marquesa, que lo había cogido de un paje, el cual lo había recibido de un jesuita, quien, cuando era novicio, lo había adquirido directamente de uno de los compañeros de Cristóbal Colón. En cuanto a mí, yo no se lo pegaré a nadie, porque me estoy muriendo.

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Luego de un camino lleno de desventuras, Cándido por fin encuentra sosiego. La felicidad tantas veces añorada consiste en alcanzar la paz interior. Es el hombre mismo quien se la puede otorgar a través de los simples actos de disfrutar la vida en su sencillez, aceptar y adaptarse a las vicisitudes que nos ofrece viviendo entre la vileza pero apartándose de ella y cultivar la mente y el alma para alcanzar la quietud.

Un mensaje categórico para coronar una obra soberbia de un autor cuya ironía, sarcasmo y falta de respeto a la autoridad no es otra cosa que una forma de libertad.


Analizar la obra de manera más detallada podría abarcar libros enteros. La riqueza de los personajes, el análisis filosófico de la propuesta, la exactitud histórica. Lo cierto es que se trata de un libro que DEBE ser leído y gracias al cual queda claro que, como decía Fernando Savater en su genial ensayo ‘Voltaire, el primer intelectual’: 


Si, ciertamente: más que nunca, seguimos necesitando a Voltaire.





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